¿LAS CHICAS CANDYS TAMBIÉN VAN AL CIELO?
Porque si me buscas tú a mí, me podrás encontrar…
Educador, hijo, hermano, amigo...
La suerte estaba echada para Greysie Ulloa. La policía de migraciones la escolta por la sala de embarques del Jorge Chávez y su cara la delata. Está sufriendo. Es quizás su hora más negra desde que llegó al Perú pero curiosamente está en su hora más beatífica. ¿Se habrá dado cuenta de ello?
Esta E-true Chollywood Story está entrelazada a otra, muy distinta en sus eventos pero muy similar en sus posibilidades, ya que de plano, ambas aperturan y permiten vislumbrar los caminos divinos inherentes en ellas. Ambas historias, construidas a partir de nombres distintos – Milett y Greysie-, han sido unidas por un apelativo, un sobrenombre, un mote, una “chapa”, con que el pueblo farandurelo las ha bautizado: (Chicas) Candys.
Lo más curioso es que a ambas parecía no incomodarles esto y hasta sacaron partido de sus embarazosas situaciones capitalizando al máximo semejante nombrecito. Por un lado, Milett llegó a cobrar 1500 dólares por una hora de animación (¿?), y Greysie, 1500 dólares por entrevista. Un “éxito” en apariencia, ya que las dos creyeron que el público las quería por sus “gracias” pero el tiempo les enseñó que sin la Gracia solo sobrevienen las desgracias. ¿Desgraciadas?, ¿y quién no lo ha sido? ¿Agraciadas?, ¿todavía lo dudan?
La clave de interpretación de este artículo es Dimas, aquel “buen ladrón” del primer tiempo convertido en “ladrón bueno” al final del segundo. Y es que para encontrarnos con Dios por sus caminos a veces pareciera necesario apartarse de ellos. Como si nadie pudiera entrar en el cielo sin atravesar previamente algún infierno.
¿Pero en qué infierno terrible se han metido nuestras Candys? Pues en el infierno que se transmite por televisión por cable. Esta Gehena televisiva no tendrá llamaradas de azufre pero si reflectores que empañan sus verdaderos rostros hasta desdibujarlos. No tendrá portones de hierro incandescente pero si portadas de revistas que encierran sus poses y caretas más recurrentes. No tendrá a Hades ni a Caronte, pero si a Magaly y a Peluchín.

Shhhhhhhh ¡silencio!, que nadie mencione que ambas fueron bautizadas, que flaco favor nos hacen recordando sus abluciones con agua bendita. ¡Que les echen agua de mesa envasada!, que por Candys, los fieles del “Rumba” de Iquitos y los cófrades del “Huaralino” se encargaron de “bautizarlas” con rapidez y prestancia.
Vaya ejemplo de creyentes… ¿para eso las bautizan? ¿No sería más fácil despreciar a las Candys y propugnar la existencia de un manual de virtudes y perfecciones cristianas para ir al cielo en línea recta y sin escalas? Fíjese usted, siguiendo este manual de ascetismo elevado sus seráficas ejercitantes podrían distinguirse claramente de las Candys aun en medio de la discoteca “Gótica” o en una fiesta “Semáforo”.
Pero lo que pongo en relieve es precisamente ese comportamiento escandaloso ya que revela un deseo primigenio, profundamente existencial y que está escondido tras los acontecimientos vivenciados por nuestras Candys.
Me explico. En medio de sus más celebradas actitudes libertinas puedo distinguir el deseo de Dios palpitando de un modo intenso y subyacente. ¿Qué significará entonces el aprovechamiento de la propia belleza física si no es para obtener placer y satisfacción personal? Las inmediatas respuestas de los paladines del libertinaje solo sirven para acrecentar el extravío y la miopía: “Es que tienen todo el derecho de hacer con sus cuerpos lo que les dé la gana” pontifican. Vaya libertad para lanzar el propio cuerpo a la anónima muchedumbre.
Al mirar la sección de espectáculos cualquiera me preguntaría con cierta indignación: ¿Te has dado cuenta como se muestran en esas fotos de poses sugerentes?, ¿qué puede haber de divino en esas actitudes? Pues el deseo de ser deseadas por el más deseoso de los deseadores. De ser deseadas en su totalidad y no solo en su corporeidad.
Pero aún hay más. En esa intención por develar y ofrecer la propia desnudez, se desmiente categóricamente la utilidad de toda ropa, de todo traje. Si hoy debemos ser muy recelosos y prudentes con la exhibición de nuestras carnes es porque esta otorga menos de lo que promete, cuando desde siempre, nuestros cuerpos están deseando entregarse por completo, como ofrendas perfectas, ¡como hostias vivientes!, carnes adorables que solo podrán ser aceptadas en su totalidad cuando alcancemos el cielo.
Esta es la estética suprema, la donación del Uno para el Otro y no la apropiación de uno por el otro, si no, pregúntenles a Guty Carrera y a Edwin Sierra que les quedó de lo que se apropiaron de esos cuerpos.
Ese deseo de ser deseadas sobre el suelo de una pasarela, escenario o set de televisión, en vez de reunir, separa, en vez de congregar, desune, porque en apariencia se podrán juntar los cuerpos de los hombres a sus pies, cámara en mano, pero en realidad van apartando sus almas de ellas. Ahora entiendo tu indignación Milett, ahora comprendo tus lágrimas Greysie, ¡cuánto desean ardientemente ser todo en todos!, pero eso solo podrá ser realidad en el escenario más beatífico, en el plató del estudio de nuestro Creador: el Cielo.
Sí, lo admito. Quizás el camino lo han desviado si es que pretendemos representar el camino hacia Dios como una línea recta de virtuosismo, pero también afirmo que es falso creer que a través del desvío jamás encontraremos a Dios ya que es Él el que aparecerá en medio de nuestras horas más oscuras… como a Dimas... ladrón, convicto y confeso, juzgado y condenado, toda una vida de idas y venidas, de tumbos y retumbos que está llegando a su fin. ¿Qué esperanza puede quedarle?, ¿quién se acordará de él ahora que ya no hay tiempo para enderezar el camino?, pues irónicamente y en su hora más aciaga, Jesús está a su lado compartiendo ese dolor y cargándolo sobre sí mismo.
Oh sí. Durante toda su taimada vida de bellaco estuvo junto a él y él nunca lo supo, pero ahora ya lo sabe…
- “acuérdate de mí cuando estés en tú reino”
- “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”
Dimas nunca lo supo. En su hora más negra ya lo sabe. ¿Milett y Greysie nunca lo supieron y ahora ya lo saben? Quién sabe…
Por ahora nuestras Candys llevan rumbos distintos, rumbos que pueden parecer -y con toda razón-, extraviados, al igual que el de Dimas, pero, ¿podríamos afirmar que las chicas Candys también van al cielo? Pues la respuesta es fácil ya que con la voz de Candy White -la Candy original-, Jesús diría con toda seguridad:
“Si me buscas tu a mí, me podrás encontrar, yo te espero, aquí, sí, sí, este es mi lugar”
